Era una Historia de Amor escrita en un mar de versos. Desconocía exactamente su origen pero alguna que otra Historia le había comentado que había nacido una noche en que la mar estaba serena y la noche y el día fueron uno. Ese noche, el cielo oscuro se hizo naranja y una bruma de estrellas sonrientes quedaron escondidas en su resplandor.
Aquel día se respiraba magia. Eso le dijeron. No lo dudó.
Las Historias de Amor sólo confían en la buena voluntad de las otras Historias. Porque era un Amor puro, un Amor feliz. Un amor de nubes de tintes rojos y de horizontes soñados. Era optimista, esperanzada.
Era una Historia sin fin.
Hablaba con otras, sus compañeras, tan extrañas para ella, tan díficiles de comprender. Le hablaban de lágrimas y de tormentas. De nubes grises y poco sol.
Y en ese mar de versos no llegaba a comprender cómo, por qué si todas esas Historias nacieron en el mismo mar, por qué entonces podían ser tan diferentes. Por qué sentían tan distinto. Pensaba, pensaba. No lo comprendía.
Por eso se distanció de ellas. Tenía miedo de aquél sentir desconocido e incomprensible.
Comenzó a alejarse hacia aquel horizonte con el que soñaba a diario. Con ese rojo que la llamaba por su nombre. Historia de Amor.
Creía firmemente que los atardeceres son para los enamorados.
Cada atardecer es un regalo que el Sol le ofrece a la Luna por haberle dado esa Historia de Amor; entonces ella sonríe, agradecida por darle la bienvenida a esa nueva noche.
Historia de Amor siguió avanzando, pero se sintió extraña. Algo estaba dejando en aquellos mares de otros versos de otras Historias más aún no sabía qué. Qué? Dónde? Cuando? Qué podría haber olvidado ella si siempre había sido feliz a pesar de todos. Siempre estuvo convencida que podía enfrentarlo todo.
Sin embargo, se sentía sola. Se alejaba el horizonte y maduraba la noche. Ella se sentía más sola.
De repente, el frío. Luego, el silencio. Más grande, la soledad.
Miraba a un lado, hacia otro. El infinito se extendía más allá de sus sueños; oscuro, temeroso, desconocido. Quizó volver, no supo cómo.
Cruzó una estrella, y luego otra. Miró una vez, y otra. Algo nuevo la inundaba; la añoranza de los sueños libres sin fríos ni soledades. Pensó en las otras Historias. Y entonces lo comprendió.
Una lágrima transformó su Historia.
Comprendió que sin sus hermanas jamás hubiera nacido. Sin una Historia de Melancolía, sin una Historia de Dolor, sin Vergüenza, sin Nostalgia. Sin ellas, nunca hubiera existido una Historia de Amor.
Se dispuso a regresar. Sólo con sus otras Historias ella podría ser feliz.
En el horizonte está el final de la Historia.
Pero una Historia de Amor recién comienza, renaciendo con un nuevo amanecer.
22/10
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