"Creo que escribir es una forma de encarar problemas concretos y una posición que por sensibilidad se adopta frente a la vida". CHE Guevara

Cenizas



Viernes, 08 de febrero de 2008
Esa simultaneidad de imágenes…


Abro los ojos, y despierto sobresaltada. Parece que hubiera vivido tantos días en una noche…
Me pregunto entonces cuál será ese verdadero sentido, ese mensaje que alguien desconocido para mí, pero entendido con mi más recóndito ser interior, es capaz de enviarme en esa simultaneidad de imágenes, que unas veces me impulsan a despertar, y otras, sólo a continuar con el sueño que me llevo a una realidad bastante más feliz que la real.
Y despierto, con las ganas de no querer despertar; con esa sensación de cansancio eterno que no me permite despegarme de la almohada. En esos instantes, sólo desearía que las penumbras de la noche perduren. Aunque son más breves de lo que uno mismo podría imaginar.
De repente recuerdo que al cerrar mis ojos la noche anterior, no esperaba encontrarme con nada… ni con nadie; esperaba que mi “plácido” sueño fuera sólo eso, horas de descanso para paralizar mi mente que a veces pareciera que corre más velozmente para impedirme desentrañar sus pensamientos, sus ideas…en fin, mis historias…
Sin embargo, allí estás; allí dónde nadie espero ni buscó ni quiso que estuvieras… allí…en el lugar del que tantas veces creí haberte desterrado; porque me perdiste y me ganaste… y me volviste a perder… Siempre encuentras la forma de hacerte presente en la distancia, entre sueños, entre deseos tímidamente encendidos y cenizas tristemente revueltas… y es triste porque preferiría ya no relacionarme con las cenizas… Pero al parecer, no puedo evitarlo.
Lo intento, lucho con ello y en contra de ello. Pero no puedo. Me alejó, me excluyó, te odio… y es gracioso. Porque nunca pude odiarte.
Aún no puedo, y ya no lo intento.
Porque estás ahí, tan cerca y tan lejos. Cómo un amigo con el que se sabe que siempre se puede contar. Como un amor, que sólo se quiere olvidar. Con ese rencor tierno del que uno mismo se ríe porque es un engaño para el corazón. Y esa mirada de hielo que te regalo no es más que una tristeza con su mejor disfraz de carnaval.
Y sé que esto no esta bien.
No esta bien que me visites en sueños y traigas a mí esas ilusiones que ya son vanas; porque vos lo quisiste así. Porque esas fueron tus palabras; y esas mismas, fueron mis lágrimas.
No esta bien que cada vez que intento alejarme de vos, un giro del destino haga que nos acerquemos, y que me llames amiga. Y que yo tan sólo quiera creer en tus palabras, asimilarlas, hacerles propias, y dejar atrás a ese hombre que me perturba entre sueños aunque quiera despegarme de su recuerdo.
Poco creo en el amor y por ello, ya no puedo hablar demasiado de él. En los últimos tiempos, me he dedicado a vivir aventura tras aventura intentando dejar las penas atrás. Pero al fin y al cabo, ninguna de ellas logra llenar este vacío de ilusiones y de deseos de volver a creer, de volver a querer, de amar (porque no sé si alguna vez amé)… de saber lo que es sentirse amado.
Sé que no estoy enamorada de aquel que me visita en sueños, porque no me lo permito. Porque ya no me permito enamorarme de ilusiones ni de utopías. Pero evocó esa simultaneidad de imágenes, que conforman  recuerdos efímeros, con una leve sonrisa; puede que esa pequeña felicidad que me provocan, simple y breve, pero pura, sea también la que finalmente me llevé a nuevos paraísos de alegrías y deseos cumplidos…



Adiós

Se despertó repentinamente. Las lágrimas inundaban su almohada y una angustia inhóspita le anudaba el pecho. Le costaba respirar. Ya había dicho ¡Basta!... y también había dicho “Adiós”…y sin embargo, incontrolables recuerdos se sucedían intermitentemente, primero borrosas imágenes…luego situaciones cada vez más claras… y más distantes.

Lo que más le costaba era abandonar el pasado…una vez más el dolor se apoderaba de ella cada vez que recordaba lo vivido…lo no vivido…lo penosamente vivido…
Sabía que éstas eran sus últimas lágrimas por él…no volvería a permitir que interrumpiera sus sueños con sus penetrantes ojos verdes. Ya no importaba nada más. Las falsas promesas la habían agotado y, otra vez, aceptaba que volvía a caer a pesar de sus enormes esfuerzos por mantenerse en pie… ¿Tan fuerte había sido? Todavía se lo preguntaba, pero aún no lo entendía.
Memoria de felicidades eternas…de buenos tiempos… de breves instancias…
Eternas, buenas, breves…pensó que esas eran las grandes razones por las que no podía despojarse de ese efímero amor…
La eternidad se prolongó en la brevedad de cada abrazo…de cada beso….de cada palabra…
Comenzaban a arderles los ojos, pero ya estaba acostumbrada a la irritación que seguía al llanto. Muchas noches habían sido así. Todavía resonaba un basta! en sus oídos y sólo quería convencerse de que creía en él.
Para no sufrir, para no llorar…para no soñar…
Espero que la taquicardia disminuyera, procuró respirar hondo y alejar sus pensamientos. Se dijo así misma que ya no tenía sentido…habían elegido senderos distintos…Cada suspiro llevaba una lágrima, y cada lágrima, un adiós.
No creía que odiar fuera lo correcto…sabía que el rencor podría llegar a doler aún más…
Apagó la triste melodía que inundaba el ambiente…se despidió por última vez, sólo una más, de aquel amor tan contradictorio, recostó la cabeza en la almohada, cerro los ojos y supo, nuevamente, que aquél había sido su último (y perdido) sueño con él.


Invierno del 2007

Verde, amarillo, rojo… y otra vez verde

Había surgido de las profundidades de su pasado y veía ante ella un mundo vacío, pero también, un mundo lleno de nuevos horizontes. Intentando sonreír, dio su primer paso pero no pudo evitar que una lágrima se escapara de su ojo izquierdo y surcará su rostro. No quiso saber que sentía, aunque creía que la angustia le provocaría un infarto. A su alrededor nadie entendía su mirada, debería estar, aunque sea, contenta; nadie era tan iluso como para verla feliz. Pero ella no podía. Ni felicidad ni alegría.
El miedo corría por sus venas y las lágrimas se le anudaban en la garganta. Luchaba por no llorar; debía ser fuerte, debía olvidar; y sin embargo, su pasado corría tras ella tan velozmente que temía que la alcanzara.
Un paso más y la ciudad se abría ante ella sin la necesidad de decir “Ábrete, Sésamo”, sin la expectativa de encontrar ningún tesoro. La huída no podía ser nunca feliz. Huir perdiendo sus humildes joyas en el camino, temiendo ya nunca recuperarlas.
En eso estaba cuando un semáforo interrumpió su tercer paso y entonces entendió que a veces se debe avanzar, otras parar, y otras, simplemente, esperar. ¡Tiempo al tiempo y la vida te dará la respuesta!
No obstante, ¡a veces se le hacia tan difícil vivir esta nueva vida!
A pesar de sus logros, cada vez perdían más sentido y la soledad la atormentaba, sólo por ese hecho. Sólo por saber lo que era sentirse sola. Miraba hacia ambos lados, hacia delante;  no había caras conocidas. Tampoco reconocía miradas humanas en ellos, aunque quizás fuera cierto y ya estaba un poco trastornada.
A veces añoraba un abrazo amigo, algo que significara “estoy”, alguien que reconociera como estaba simplemente en sus ojos. Y se sentía triste, tan vacía… tanto que nadie parecía comprenderla.
Fue allí cuando el semáforo dio verde y fue por su cuarto paso. A sus ojos se imponía un gran laberinto color gris cemento… y miles de personas desconocidas, miles por conocer; miles.
Alguien se quedó frente a ella, observándola; esquivando su mirada siguió su camino sin saber aún cuál era.
Su temor era generalizado y por ello no pudo mantenerle la mirada a aquella persona. Hoy confiar le costaba tanto como le costaba vivir.
Otra vez amarillo, luego rojo y se alegro de que no hubiera un cuarto color que la hiciera retroceder. Un paso atrás y se desplomaría en su frustración. Ya bastante tenía con incorporarse y continuar su senda aunque, es cierto, todavía no había definido cuál era. Presentía que era uno de los tramos más difíciles; más exhaustivos por recorrer. Puede que se equivoque. Quiso no tener miedo y la vencieron las lágrimas.
Otra vez alguien reparo en ella y esta vez le alcanzo un pañuelo pero la brisa que corría había sido más veloz y había secado ese breve espacio de lamentos sin dejar casi rastros; más que sus ojos ojerosos.

Continúo caminando, haciendo camino al andar, y sin cuestionarse ya que le esperaba el sendero supo que habría jardines  y que habría primaveras y que sólo era cuestión de una amarillo intenso y de un verde esperanza…


Diciembre de 2006
Circunstancias…



A veces la vida la superaba, o tal vez, no era la vida en sí misma sino las circunstancias. Otras veces, su carácter era quién la superaba y un escudo se construía alrededor de ella sin posibilidad de sentir; sin oportunidad de que la sientan. De todas formas, se lamentaba de que ese muro no se interpusiera entre su mente y ella… entre su corazón y ella… más no interfería entre ninguno de los dos y sólo una tempestad de ideas y de subjetividades la abrumaba.
Sentía el ruido de la ciudad desde el pequeño balcón, las cuatro paredes que la rodeaban le parecían extrañas y el silencio que reinaba en el ambiente se cortaba en ese cuarto con una suave melodía… tenue, triste…una composición de recuerdos y dolores…
Tantas noches se sintió sola!!
Ahora estaba sola pero no sentía la soledad como un peso difícil de cargar. Miraba hacia atrás y veía sus sonrisas, sonrisas verdaderas… sonrisas sin tristezas….
El tiempo la  había alcanzado y la impulsó a caminar; una tormenta la empujó y la obligó a correr… y con el viento en contra y mojada hasta los pies, buscaba un lugar dónde la lluvia fuera llovizna, sin dejar de caer; una llovizna de libertad, fresca y reconfortante.
Cuando el vendaval cesó y sólo quedaba una suave brisa con olor a lluvia; quedaba ese “no se qué” en el aire que daba a entender que quizás hoy no, pero pronto podrían regresar esas ráfagas tempestuosas, repentinas. Y entonces olvidaba esos pensamientos, o al menos intentaba hacerlo; para sonreír…para disfrutar…para ser feliz… un solo instante, un breve momento; una alegría eterna de sonrisas efímeras.
No quería pensar…ni en él, ni en ellos; ni en nadie.
Cuando lo conoció no esperaba conocerlo… es gracioso cómo el destino hace de nosotros lo que jamás pensamos hacer. Pero lo hizo y una vez más se aventuró esperando que la nostalgia de los buenos recuerdos no la atrapara demasiado pronto. Sabía y tenía muy claro que somos presos de nuestro tiempo. Sin embargo, dejó atrás las malas experiencias y sólo pensó en disfrutar más allá de las circunstancias. No importaban edades, no importaba el pasado. Era hoy, ahora; un presente que puede que algún día le gustara recordar. Los chistes, las risas, los bailes nunca bailados, las copas siempre bebidas…las palabras siempre dichas, las miradas…los silencios nunca extensos.
De todos modos, no podía permitirse enamorarse y no lo haría.
Temía que lo fantástico de esa química fuera más breve que un suspiro. Y no se equivocaba…
Entre mes y mes crecía una distancia que muchas veces intento acortar; se sentía tan decepcionada cada vez que veía sus esfuerzos  frustrados… hasta que dejo de intentarlo y decidió relegarlo al destino. El mismo que se lo había puesto en frente; el mismo que le trajo tan gratos momentos.
Adoptó otra postura aún sin darse cuenta…tantas veces había llorado por cosas menores que ya no tenía fuerza para lágrimas… ni para los amores que no fueron… ni para los que nunca serán.
Amar era hoy un verbo tan ajeno a ella…tan poco conocido, tan extraño…
No quería estar sola…porque eso le dolía más que nada. No sabía estarlo tampoco. Reconocía su vulnerabilidad en cada frase nunca dicha; nadie querría saber que sentía, que le dolía…que la hacia feliz…

Empezó a caminar ya sin rumbo, buscando paz en una ciudad sin paz…quería aclarar ideas pero ya no sabía que aclarar; quería sentirse bien pero no sabía que hacer…quería vivir pero sabía que crecer, que aprender, requería de esfuerzo, de ganas…

Dándole la espalda a las lágrimas, continúo caminando y se dispuso a vivir…



18 de mayo de 2006
Un boleto al fin del mundo

El frío atravesaba su abrigo mientras esperaba en la vacía estación.
Ya estaba decidido, no había otra opción; cada minuto era un instante, y cada instante, un recuerdo. No podía evitar las lágrimas que se le congelaban en el rostro. Estaba dejando todo atrás, una parte de ella y la mitad de su vida quedaban allí. Pero era hora de dar vuelta la hoja, aunque esto significará toda esa confusión de emociones que desbordaba en su interior.
Era una noche invernal, tal vez no pudiera observarla con la admiración debida desde aquellos andenes en ruinas. No obstante, ella confiaba en que la luna llena fuera un buen presagio, necesitaba sentirse acompañada, pero en ese momento su única compañía eran aquellas pequeñas luces que rompían con la oscuridad. Le dolía, sí; le dolía mucho, mas su orgullo y ese mismo dolor la obligaban a cobijarse en su soledad. Nadie parecía necesitarla; pues entonces, ella no necesitaría a nadie.
¡¡Cuánto se equivocaba!! En el más recóndito lugar de su inconciencia sólo deseaba que alguien la recordara, que la necesitara…que le pidiera a gritos que no se fuera. No importa si era él, o tal vez alguna “amiga” o, con suerte, podría haber sido su madre.
Pero no, sabía que eso no iba a suceder. De nada sirve crearse falsas expectativas. Por eso había preparado sus valijas y por eso ahora esperaba su partida. No había conseguido un boleto al fin del mundo pero compró uno que se le parecía bastante. No quería arrepentirse, no debía… y aquella voz no llegaba a sus oídos…
Las imágenes que cruzaban su mente empañaban sus ojos a pesar de creer que nada solucionaba con llorar.
La espera se extendía, y con ella la despedida se hacía más larga y dura. Sólo se despedía de ella misma, de aquella mujer perdida en las calles de un pueblo nocivo. Nocivo para aquél que no quisiera adaptarse a sus normas, que no quisiera “acatar” sus leyes. Iba camino a su libertad, en busca de la felicidad que no encontró allí.
Pero entonces, ¿¡por qué estaba tan triste!? Se estaba desprendiendo de todo aquello que le estaba oprimiendo el alma. Ya no recordaba cuál había sido su última sonrisa; alguien le había dicho que sólo bastaban ganas para hacer feliz a otra persona, pues ella poseía todas las cualidades para este fin.
No lo creía, no podía permitírselo. Siempre esperó ser feliz haciendo feliz a alguien más. Jamás lo logró; intento dar lo mejor de sí y, decepcionada, guardo sus ilusiones junto a frases impregnadas de angustia. Y a pesar de ello, nunca abandono la esperanza de que la amaran; así, tan imperfecta como es, y que ella pudiera amar a un hombre tan perfectamente imperfecto como el amor mismo puede serlo... ¡Qué era el amor sino un sueño que sentía cada vez más lejano a ella!
Cuando sus pensamientos desembocaban en estas ideas, su corazón daba un vuelco y una fuerte opresión crecía en su pecho. Que sería de ella si él supiera todo esto, si él viera en sus ojos lo que nadie supo ver; lo que ella, a gritos, quería que todos supieran.
Nadie supo oírla, nadie le presto atención…pasaron a su lado, miraron a sus ojos; dejaron que ella se marchitara en medio de tanta indiferencia…de tanta desolación.
Suspiró largamente, acompañando la brisa que enredaba sus cabellos. Al menos así podría exteriorizar, así sea muy poco, tanto enjambre de emociones. Estaba muy triste, la pena cruzaba su rostro; tenía cada vez menos energías, le faltaban fuerzas para vivir. Quería vivir. Soñaba…soñaba con cosas tan bonitas!, sabía que esa no era la única opción, que seguramente había una mejor vida allá…a la distancia; que la estaba esperando. Pues bien Vida, allá iba a tu encuentro.
Y sin embargo no podía olvidar; él no aparecía y ella no podía olvidar…algo la estaba asfixiando…algo, o alguien.
Se oía a lo lejos el traqueteo del tren, cada vez faltaba menos, era momento de marcar otros pasos y de emprender nuevos senderos. Y aún así, le faltaba el aire…una maratón de recuerdos la envolvía, ya no aguantaba tanta angustia repentina; parecía que la razón la había dejado a la deriva.
Un grito se anudó en su garganta…no soporto más esa agonía que la estaba invadiendo…
un sordo sonido de huesos rompió el silencio de la madrugada…
su cuerpo yacía destrozado sobre los rieles; pero había logrado liberar su alma; no importa el costo… había conseguido un boleto al fin del mundo.